El diablo está en los detalles (3 de 3)
Tenía pendiente el final de la saga y que, precisamente, fué lo que llevó a cruzar el atlántico hace pocas semanas; el Seminario Internacional La Propiedad Intelectual desde la perspectiva del ALBA.(noten la curiosa metáfora del cartel anunciador … y no sean vds. «perversos» buscando símiles donde no los hay 😉 )
Se habló de derechos de autor y de propiedad industrial; o mejor dicho de como los países emergentes debían romper el yugo que las imposiciones del copyright y las patentes suponen para su maltrecha economía, su educación y su salud.
La mayoría de las intervenciones sugerían soluciones traumáticas con el actual «status quo» internacional; con un discurso anti copyright dificil de comprender sin una – previa – perspectiva social de la situación del Estado anfitrión (y de la que he dejado un bosquejo – impresión de un viajero – en los «capítulos» anteriores de la «saga»).
Faltó el pluralismo en los expositores – lo que por otra parte ocurre también en otros de los foros en que hemos participado recientemente – y el equipo ColorIURIS, sin cambiar su discurso (ya saben, aquello del «ius injuriarum», el artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la perversión de las medidas tecnológicas de protección de derechos de autor), volvió a presentarse como el punto discordante entre la homogeneidad imperante.
Caló el mensaje – que luego reprodujeran en las interpelaciones a las ponencias sobre propiedad industrial algunos de los más de 300 asistentes – de que la solución quizás podía venir de la utilización de las herramientas jurídicas de los propios Tratados Internacionales censurados por algunos ponentes; las excepciones y limitaciones a los derechos patrimoniales de autor – respecto de los derechos de autor – y las licencias obligatorias – respecto de la propiedad industrial.
Mecanismos arbitrados para ayudar a mantener el equilibrio y que, por desgracia, no eran utilizados por los Estados «menos favorecidos».
Como «analfabinglis» que soy agradecí la existencia de traducción simultánea, lo que me permitió participar completamente del Congreso y comprender posturas que – aunque muy distantes a las mías – encontré plausibles en su argumentación (aunque no en sus conclusiones).
Y me quedó un regusto a libertad de expresión francamente agardable.
El tiempo dirá si fué una ilusión o una «premonición» (con permiso de Bisbal, claro 😀 ); en materia de premoniciones – por lo menos de las malas – tengo buen tino !