ladrillos … digitales
Acabo de leer – con auténtica pasión – la reseña que Javier Celaya nos ha regalado del libro de Anderson; y no he podido por menos que esbozar una amplia sonrisa al leerme, con mejor prosa, en la pluma del creador de dosdoce.
… y no me malinterpreten, no se trata de un «ya lo dije yo allá por el pleistoceno» 🙂 … se trata de ver como el tiempo – y en Internet pasa a velocidad de vértigo – poco a poco va dándome la razón … ¿cómo era aquello? sí:
«se puede engañar a una persona siempre, y se puede engañar una vez a todo el mundo, pero no se puede engañar siempre a todo el mundo»
(la cita, ya lo saben, no es mía … y probablemente ni siquiera sea textual :P) y los andersons de la internés ya no engañan a nadie; sólo a los que quieren seguir engañándose.
A lo que íbamos. La gratuidad de los contenidos y la denostada – y ácida – crítica a los derechos de autor no es sino una estrategia urdida por quienes se lucran – legitimamente – del tráfico de los contenidos ajenos; imaginemos que los buscadores – made in U.S.A. – hubieran de pagar, conforme a la legislación yanki, derechos de autor por los contenidos indexados … ¡la locura!
«Si conseguimos que los contenidos ajenos – de los que se nutre nuestro modelo de negocio – sean gratis … nuestros gastos de explotación disminuyen considerablemente» … ¿cómo era? ¡ah sí! … tendente a cero (como una copia digital ¿les suena?) … y señores como Anderson y compañía – en nuestra piel de toro también tenemos de eso – se convierten en los apóstoles de la ¿libertad? … de su libertad. Se convierten en gurús patrocinados por un sector de la industria ¿TIC? que – necesariamente – deben embestir contra la otra industria en litigio, la ¿cultural?
Nadie habla de sociedad del conocimiento, ni de cultura libre, ni de derecho de acceso a la información y a la cultura; si se fijan ustedes – Celaya lo ha expresado de forma magistral – están hablando de dinero: de ladrillos digitales. Cuanto menos dinero – a ser posible cero – cuesten los contenidos más serán los beneficios. Y lo cierto es que las sociedades de gestión y la industria cultural se lo han puesto MUY FÁCIL con un lenguaje decimonónico y agarrados – ellos también – a sus propios ladrillos digitales.
El discurso simplón y maniqueo de los mamporreros de la industria les ha convertido en guruses, y nuestros ¿servidores públicos? se rinden a la palabrería vacua que encandila al ciberpopulacho y llena las arcas de un sector de la economía … del otro lado las cosas no están mejor … pero a nadie le interesa que eso cambie … todos temen por sus ladrillos digitales; por que si realmente cambia, si se alcanza el sano ejercicio de la cultura libre responsable (el concepto es un regalo del equipo ColorIURIS Colombia) estaremos en condiciones de alcanzar la sociedad del conocimiento; una sociedad REAL que también se sirve de lo «virtual» para que el libre acceso a la información y a la cultura sea cierto.
No hay nada nuevo bajo el sol, y el equilibrio entre estos dos sectores puede reportar beneficios – mayores de los que ahora gozan – a ambas partes y a una sociedad más informada y más cultivada … en definitiva, a una sociedad más justa bajo modelos de negocio basados en el conocimiento y no en los ladrillos digitales.
[…] … ¿cómo era? ¡ah sÃ! … tendente a cero (como una copia digital ¿les suena?). – Pedro J. Canut en su Blogespierre. ————- – ¿Cuánto pagarÃa por una noticia? – Varios periódicos […]